lunes, 31 de octubre de 2011

LA PLAZA DE TODOS SANTOS…



OBED ZAMORA SÁNCHEZ

v CADA AÑO EL 30 DE OCTUBRE RENACE LA TRADICIÓN


v LOS TUXPEÑOS SE VUELCAN TODO EL DÍA Y ESA NOCHE PARA COMPRAR TODO LO RELACIONDO CON LA FESTIVIDAD.

v LAS CONSERVAS DE CAHUAYOTE, PAPAYA Y CIRUELA SON LAS MAS GUSTADAS.


La mañana de cada 30 de octubre el centro de Tuxpan


se va llenando de puestecitos en los que se expende toda la mercadería necesaria para iniciar la festividad de Todos los Santos y Fieles Difuntos- Así las calles de Escuela Médico Militar, Alatorre, Ocampo, Garizurieta y Av. Juárez abarcan un perímetro muy chico en el que se conglomeran los diversos comercios de la Sierra de Puebla y del Altiplano Mexicano y de toda la región. Allí se vende lo que necesitamos para comenzar a iniciar la celebración de la más importante festividad en honor de los difuntos.



En otros sitios huastecos esta fiesta es conocida como Xantolo, pero para nosotros los tuxpeños es la de Todos los Santos y Los Fieles Difuntos y la gran mayoría vamos a la plaza para comprar las varas, la palmilla, las frutas como naranjas y caña de azúcar, las flores de muerto, el bolotillo, el diente de león, las veladoras, el copal, el maravilloso papel picado con las imágenes de la muerte, las calaveritas de azúcar y el delicioso pan de muerto, todo esto para armar y confeccionar los preciosos altares que lucen resplandecientes en la mayoría de los hogares porteños.



También compramos el cacao y la leche evaporada para fabricar nuestro propio chocolate, asi como la canela y las almendras para darle un mejor sabor, las hojas soazadas de plátano para envolver los exquisitos tamales y en esta plaza hallamos también las calabazas, el fríjol de bejuco, los pipianes y el camarón seco para elaborar esos deliciosos platillos únicos por su exquisito sabor tan típico y tradicional de la cocina tuxpeña, que se elaboran en homenaje a los niños difuntos.

La Plaza también se viste de gala con sus estrellas: las conservas, sobre todo la de cahuayote, que solo por esta época del año se consume, en menor grado la de calabaza, la de papaya verde que es una delicia y la de ciruela. En el pasado también se vendían cuetes, de diversos tamaños y calibres desde los pequeños y los buscapiés, asi como las palomas y los de carrizo que subían al cielo haciendo una atronadora explosión.

Una nube de expendedoras del delicioso zacahuil se pone por las esquinas de la plaza para que todos podamos “echarnos un tente en pié” mientras compramos. El pan de muerto recientemente lo traen de Tlaxcala, pero antes el mas gustado era el pan de rancho, el se hace en hornos de barro y zacate, lamentablemente mucho de esa tradición se ha perdido.

Ahora conocidas y destacadas panaderías de la ciudad han abierto también sus expendios en esta Plaza y nos ofrecen sus productos de excelente calidad y sabor. Curiosamente aquí no se vende ninguna carne ni tampoco la masa, productos tan necesarios para elaborar los tamales para los Difuntos Grandes, aunque en el pasado se podía comprar las gallinas de patio y los guajolotes. Ahora, lamentablemente la Plaza se ha viciado, con otro tipo de comercios que se aleja y no es lo clásico de nuestra tradición y aquellos se relacionan con la venta de máscaras de terror, trajes para disfrazarte de bruja y todo lo relacionado con una festividad norteamericana que se llama Halloween. Pero además copiándola, muchos niños –alentados por sus padres- esa noche salen disfrazados de brujitos y brujitas y andan de casa en casa pidiendo dulces y su Halloween. ¡Que error tan grande! que falta de sentido tradicional de una costumbre tan nuestra, la cual debemos de respetar y fomentar desechando completamente lo que no es de nuestro país.

La Plaza es una gran festividad de color, se maravilla uno de ver los rojos oscuros del Diente de Léon, los dorados como el sol, de la Flor de Muerto, los púrpuras del Bolotillo y los olores del Copal semejando al incienso que se le tributaba al Niño Dios, el del Cacao ya hecho en bolitas dulces, el aroma inconfundible del de Pan de Muerto, pero lo que mas llama la atención es la gente, su alegría y su gozo para visitar esta Plaza tan tradicional, tan tumultuaria y tan caracteristica de nuestra ciudad.

Los días 1º y 2 de Noviembre se celebra la fiesta de Todos Los Santos y los Fieles Difuntos. Los cementerios se limpian del polvo y del olvido, y la gente lleva comida, dulces y flores para sus muertitos. Este es el día en que ellos regresan a visitarnos.

En tiempos prehispánicos, los indígenas creían que la muerte tenía un vínculo con la vida, que la muerte no era el fin solo otro camino. Estas culturas rendían tributo a los muertos en distintas fechas del calendario, celebrando fiestas en su honor y llevándoles comida, bebida y ofrendas.

Con la llegada de los españoles a America y en su afán de evangelizar a todos sus habitantes, se manifestó una intensa necesidad de lograr la aceptación de la cultura española.

El 1 y 2 de noviembre, tal y como se hacía en España, fueron establecidos también en el Nuevo Mundo como las fechas para recordar a “Todos los Santos” y a “Los Fieles Difuntos”, en ese orden. El primero para recibir a todos los muerto que hubieran sido bautizados, el segundo para el resto de los muertos, En México, un día es para los muertos niños y el otro es para los muertos adultos con ofrendas diferentes para ambos días.

Estas fechas habían sido instituidas en Europa por el Papa Gregory IV y formaban parte de la religión católica.

De esta manera, la concepción que tenían los indígenas del cosmo y de la religión fue cambiada. Del Tlalocan y el Mictlan, quienes representaban el agua (la vida) y la sequía (la muerte), pasaron a creer en el cielo y en el infierno.

A pesar de esta dualidad, de lo bueno y lo malo, la muerte nunca significó el fin del camino para los indígenas, pues para ellos la vida surgía de la muerte, asi lo expresaban en sus sacrificios.

La costumbre de la ofrendas fue retomada de los indígenas por el religioso Sebastián de Aparicio, quien en 1563 en la hacienda de Careaga, ubicada en el ahora Distrito Federal, colocó una ofenda hecha de los productos y las comidas que eran de la preferencia de los desaparecidos.

Parte fundamental del folklor del día de muertos son las “Calaveras”, textos surgidos en nuestro país a finales del siglo XVIII y en los cuales entre versos y bromas sobre la muerte, se satirizan o se burla de los personajes políticos y populares de la época.

En México, existen pueblos donde se dejan las puertas de las casas abiertas desde el medio día hasta la noche, se encienden incienso, se hace el pan de muerto y calaveras de azúcar, entre otros dulces, para celebrar esta festividad.

Son diversas las formas de festejar los muertos según la región del país pero en todas se refleja como el mexicano se habla de tú a tú con la muerte y como el recuerdo y el dolor por los que quedaron atrás se convierten en alegría y momento de reunión espiritual.

Este culto es una tradición que es parte de la identidad mexicana, el día que reímos y jugamos con la muerte, quien nos trae de regreso a los que queremos y ya no están con nosotros para asi darnos un momento más y nunca el último.