OBED ZAMORA- CRONISTA DE TUXPAN-
Mis
progenitores son los ríos Vinazco, que desciende de la sierra de Hidalgo y el Pantepec,
que fluye de la Sierra de Puebla, y llegan a unirse en Palo Blanco, muy cerca de Álamo.
De esa unión nací, ahí, precisamente convirtiéndome en el Río Tuxpan, a la
ciudad de Álamo hago mi entrada con ese nombre y no el de Pantepec que es mi
afluente, en Tumbadero paso por una bonita chorrera frente al Súchil, en donde fui testigo de uno de los asentamiento
de la Compañía Inglesa El Águila en la primera década del siglo pasado. En ese
sitio tuvo además de una Estación de Bombas, un magnífico y gigantesco hato ganadero.
Recuerdo muy bien a don Chema Farías, un norteño de linares muy simpático y
carismático que allí trabajaba. Tenía dos hijas muy bonitas, Pilar y Socorro, a
Pilar la pretendía a escondidas Pánfilo Pancardo, capitán de la lancha la
Magnolia. -La Estrella de Río Tuxpan-. Cuando Pánfilo se atrevió a pedir
a Pilar llegó muy nervioso y tembloroso en compañía de un abogado - ya conocía los celos de Don Chema- y procedieron
a la petición de mano de la novia para casarse.
Don Chema irritado, se puso colorado. ¿Con quién se quiere usted casar, con
Pilar, hijo de la Ch..? ¡Pues bien que sea mañana sin falta! Y dicho y hecho, cerró el compromiso. La feliz
novia llegó al otro día ataviada con un precioso vestido, abordó la Magnolia y
sobre de ella fue la fiesta de Bodas,
conmigo de testigo.
Teniendo
un caudal que me dio la mayoría de edad, sigo mi camino visitando las diversas
comunidades que se encuentran en mis márgenes, como San Miguel, San Isidro,
Ojite, Santa Rosalía, Zacatal y Chijolar. Por allí llegaba un ferrocarrilito proveniente de Álamo,
Frijolillo y Chomotla que salía de Tumbadero. Se agregó a mí el río Buena Vista que procede de la sierra
de Tepetzintla y más adelante el Estero de Zapotal.
Una
de las comunidades que me gusta mucho visitar es Juana Moza también con su
hermoso estero a un lado del imponente cerro el Morro de Tuxpilla ¿Por qué me
gusta Juana Moza? Porque antes me vestía de blanco cada año con sus hermosas
azucenas para festejar el Día de las Madres, llevaba a Tuxpan una enorme
cantidad de frutas, principalmente los deliciosos mangos Manila y sus numerosos
cultivos de flores y cítricos, a través de lanchas y botecitos locales para su
venta en la ciudad. En esos lugares también hay un paraíso: El Huerto de Bambú,
un sitio ecológico maravilloso para el descanso y la relajación, pasar por
Juana Moza me da felicidad porque disfruto de su exuberante vegetación y el
cariño de la gente que allí habita. Ya
para llegar a la ciudad paso por la finca “la Florida” y el imponente Morro que
ahí se encuentra, con una preciosa casa blanca estilo sur de Texas de las
plantaciones de algodón que domina todo el río hacia arriba. Después, no lo
dudo ni un instante, que los habitantes del cementerio de Santiago de la Peña
estén felices de verme todos los días (son muertos felices), escasos metros más
adelante y hace muchos años, me tocó ser testigo de cuando el Comandante Fidel
Castro y sus 82 revolucionarios salieron para hacer la Revolución Cubana una
madrugada del 26 de Noviembre de 1956.
Muchos años después Fidel llegó a visitar estas tierras de nuevo, recordando
que en el Río Tuxpan encontró su destino en la embarcación “Granma”
Cuando
al fin llego a la Ciudad de Tuxpan, por la cual tengo mi nombre, inicio con su colonia residencial Jardines y su
magnífica Unidad Deportiva. Mucho antes de ser colonia, había una fábrica de
teja acanalada, copia de la famosa teja de Marsella que llegaba como lastre en
los buques que venían de Europa, metros
después en el cruce de la avenida Aquiles Serdán y la calle Demetrio Ruiz Malerva,
mis aguas tocaban una fábrica de hielo y el rastro municipal, en tiempos
lejanos era todo un espectáculo ver a los delfines saltar alegremente sobre de
mi.
El
histórico Puente de Tenechaco, fue escenario de batallas en la época de la
Revolución, cuando aún era de madera, y después en 1930 se instaló el de hierro, que ahora en el 2012
ha sido remodelado e iluminado haciéndolo un sitio emblemático de la ciudad, en
esa parte recibo al Estero de Tenechaco, mi brazo consentido, por albergar
populosos barrios como el de Zapote Gordo y la Rosa María. Por este puente
transitan cada año todos los visitantes
que van a la Feria realizada en honor a nuestra patrona, Santa María de la
Asunción, y por el estero se llega también al legendario panteón de Galeana,
hace muchos años presencié la construcción de un leprosario que después se
convirtió en la “Unidad Sanitaria”, para
el horror de innumerables niños porque en ese sitio eran vacunados principalmente
contra la viruela obligándolos también a tomar tremendas purgas de sal de
higuera “para los bichos”. En una de las riberas de mi estero, Don Wulfrano
Cobos tenía una finca con ordeña, cada mañana entregaba la leche a la ciudad.
Una vez una señora le reclamó -Caray, Don Wulfrano usted ya ni la amuela- ¿Por
qué? –contestó- -Porque al estar
hirviendo la leche me brincó un pojol- y Don Wulfrano muy socarronamente
dijo – Caramba señora, debería estar
agradecida, que por un tostón no solo toma leche sino también pescado- apoyando
la tremenda bautizada que le daba a la leche con mis frescas aguas del estero.
En
Santiago de la Peña, asentado en el margen derecho frente a Tuxpan, está la punta donde doy la vuelta para entrar
de lleno al centro de la ciudad ¡Cómo extraño las risas y los chapoteos de la
chiquillada que en ese sitio, se bañaban, jugaban y nadaban! La mayor proeza
era cruzarme de Santiago a Tuxpan y viceversa,
tanto en este lugar o en diversos puntos de la ciudad.
Frente
a la punta estuvo muchos años La Isla de las Gallinas, era un pintoresco islote
que albergaba los chivos de la familia Namorado “Los Michiguas” en 1955 la isla
desapareció con la creciente, muchas personas en el pasado afirman que ahí
existió una pequeña refinería de crudo sin que este dato se pueda corroborar.
Los
tuxpeños me quieren mucho, soy para ellos un relajante cuando se sientan en las
bancas del Boulevard a admirar la puesta del sol, por eso Tuxpan se llama
también el puerto de los bellos atardeceres y siempre les ha encantado caminar
por esta margen, siendo un paseo muy preferido. He visto crecer a la ciudad
desde que era un pequeño pueblo después Villa en 1830 y al final siendo
nombrada ciudad en 1881. Me dolió mucho ser poblano en un momento de la
historia. Segregada del Estado de Veracruz por casi 3 décadas, los tuxpeños
entablaron una heroica lucha por reincorporarse a Veracruz, ya que la
administración poblana nunca supo aprovecharme a mí como río o a la ciudad y su
puerto, teniéndonos en el más completo abandono y víctima de impuestos injustos.
Al fin la lucha fructificó y por un acuerdo del general Antonio López de Santa
Anna, entonces presidente de la república volvió a ser veracruzana en 1853.
Cuanta
alegría me causaba que cruzaran mi cauce día con día mis grandes amigos los esquiferos
que unían con sus botes a Tuxpan con Santiago de la Peña, el paso principal
estaba en pleno centro de la ciudad llegando en el centro de Santiago de la Peña. Recuerdo
que uno podía ahorrarse los diez centavos que costaba el pasaje remando en lugar
del esquifero. Este nutrido grupo de esquiferos (eran más de cien) mayormente de Santiago de la Peña, eran muy
populares y conocidos, cada 1° de Junio, el Día de la Marina los esquifes
lucían sus mejores galas participando en regatas e igualmente en el carnaval de
Tuxpan, en el que para ellos era un orgullo que la Reina paseara en esquife;
también se sorprendían con los intentos de la gente para dominar el palo
ensebado que colocaban de manera horizontal a la altura del muelle fiscal viendo hacia mis aguas, era un tronco bien
pulido lleno de sebo o de grasa y con un
premio en la punta que era una canasta llena de regalos, todo mundo llegaba a
la mitad, cuando mucho, y se caían estrepitosamente a mi regazó con las
risotadas de la gente y mías que disfrutábamos de este sencillo espectáculo.
Pero para la nostalgia, todo esto desapareció.
Otra
anécdota legendaria era la de aquel perro que todas las mañanas se subía a un
esquife cruzándome para llegar al embarcadero y de allí irse al mercado, ya que
los carniceros lo querían y lo admiraban premiándolo con trozos de carne y
hueso, satisfecho regresaba a Santiago subiéndose a otro esquife para llegar a
su casa. Entonces el dueño del perro iba a pagar el peaje a los esquiferos que
trasportaban al simpático can. Pero todo
se perdió en los años 60 cuando desaparecieron los esquiferos por haber llegado
equipos motorizados.
Me
sentía muy contento de que en mis aguas se anclaban algunos buques que
trasportaban a los chicleros que iban a la otra costa (el norte de Quintana Roo, en la península de Yucatán y Campeche) iban a la
explotación del chicle extraído de los bosques cimarrones del zapote, esto
ocurrió desde principios del siglo pasado hasta mediados del mismo cuando la contratación de los chicleros ya no
se hizo por agotamiento de estos bosques.
Tuxpan
en los años 30 ya era un emporio en la explotación del plátano Roatán, existió
una compañía propiedad del norteamericano Chaz Weinberger, que exportaba
grandes chalanes de plátano para llevarlo a Estados Unidos, a mí me tocó llevarlos desde las plantaciones río arriba
hasta la bocana para qué ellos después continuaran su navegación por mar.
El
puerto de Tuxpan prosperó notoriamente con su navegación fluvial y marítima
desde mediados del siglo antepasado
hasta mediados de un siglo pasado. No había otro medio de comunicarse, así por ejemplo,
para ir a Tampico se abordaba la lancha respectiva que navegaba por el canal
intercostero del Chijol, pasando por la laguna de Tampamachoco y cruzando
después la laguna de Tamiahua se llegaba
a San Jerónimo, en la punta extrema de la Laguna de Tamiahua y ahí por tren de
vía angosta, se arribaba a Tampico. Más de doce horas de viaje. Y para
ir a México se tenía que abordar los barcos como el Ruiz Cano, Vicente Antonio y el Dante, que
salía del puerto con una bocana casi sin calado y sorteando el mal tiempo, ya
que no había pronósticos del mismo y casi 18
o 24 horas después de subir terribles mareos se llegaba al puerto de
Veracruz y por tren se viajaba a la Ciudad de México. ¡Qué aventura!
Gracias
a esta prosperidad marítima que duró 1850-1940 aproximadamente florecieron las
carpinterías de ribera, tomando el nombre porque lógicamente se encontraban en
mi ribera. Ellos construían pailebotes,
balandros, goletas, esquifes y barcos
camaroneros. Los astilleros estaban en Santiago de la Peña, siendo el sordo
Pulido el más experto constructor de barcos. Con estos pequeños barcos
incluidos el Ruiz Cano, que era de hierro, Tuxpan ingresó al circuito comercial
del Golfo de México, exportando diversos productos regionales y recibiendo
mercancías de los diversos puertos del sureste mexicano y del Caribe y también
comerciábamos con Mobile Alabama, Galveston y Nuevo Orleans.
Tengo
muchas cosas que contar, lo cual haré en la siguiente entrega.
Atentamente,
Tu
Río.
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