martes, 24 de julio de 2012

LA HISTORIA DEL RíO CONTADA POR EL MISMO




OBED ZAMORA- CRONISTA DE TUXPAN-

          Mis progenitores son los ríos Vinazco, que desciende de la sierra de Hidalgo y el Pantepec, que fluye de la Sierra de Puebla, y  llegan a unirse en Palo Blanco, muy cerca de Álamo. De esa unión nací, ahí, precisamente convirtiéndome en el Río Tuxpan, a la ciudad de Álamo hago mi entrada con ese nombre y no el de Pantepec que es mi afluente, en Tumbadero paso por una bonita chorrera frente al Súchil,  en donde fui testigo de uno de los asentamiento de la Compañía Inglesa El Águila en la primera década del siglo pasado. En ese sitio tuvo además de una Estación de Bombas, un magnífico y gigantesco hato ganadero. Recuerdo muy bien a don Chema Farías, un norteño de linares muy simpático y carismático que allí trabajaba. Tenía dos hijas muy bonitas, Pilar y Socorro, a Pilar la pretendía a escondidas Pánfilo Pancardo, capitán de la  lancha la  Magnolia. -La Estrella de Río Tuxpan-. Cuando Pánfilo se atrevió a pedir a Pilar llegó muy nervioso y tembloroso en compañía de un abogado  - ya conocía los celos de Don Chema- y procedieron a la petición de mano de la  novia para casarse. Don Chema irritado, se puso colorado. ¿Con quién se quiere usted casar, con Pilar, hijo de la Ch..? ¡Pues bien que sea mañana sin falta!  Y dicho y hecho, cerró el compromiso. La feliz novia llegó al otro día ataviada con un precioso vestido, abordó la Magnolia y sobre de ella  fue la fiesta de Bodas, conmigo de testigo.

            Teniendo un caudal que me dio la mayoría de edad, sigo mi camino visitando las diversas comunidades que se encuentran en mis márgenes, como San Miguel, San Isidro, Ojite, Santa Rosalía, Zacatal y Chijolar. Por allí llegaba un  ferrocarrilito proveniente de Álamo, Frijolillo y Chomotla que salía de Tumbadero. Se agregó a  mí el río Buena Vista que procede de la sierra de Tepetzintla y más adelante el Estero de Zapotal.
Uno de mis esteros.

            Una de las comunidades que me gusta mucho visitar es Juana Moza también con su hermoso estero a un lado del imponente cerro el Morro de Tuxpilla ¿Por qué me gusta Juana Moza? Porque antes me vestía de blanco cada año con sus hermosas azucenas para festejar el Día de las Madres, llevaba a Tuxpan una enorme cantidad de frutas, principalmente los deliciosos mangos Manila y sus numerosos cultivos de flores y cítricos, a través de lanchas y botecitos locales para su venta en la ciudad. En esos lugares también hay un paraíso: El Huerto de Bambú, un sitio ecológico maravilloso para el descanso y la relajación, pasar por Juana Moza me da felicidad porque disfruto de su exuberante vegetación y el cariño de la gente que allí habita.  Ya para llegar a la ciudad paso por la finca “la Florida” y el imponente Morro que ahí se encuentra, con una preciosa casa blanca estilo sur de Texas de las plantaciones de algodón que domina todo el río hacia arriba. Después, no lo dudo ni un instante, que los habitantes del cementerio de Santiago de la Peña estén felices de verme todos los días (son muertos felices), escasos metros más adelante y hace muchos años, me tocó ser testigo de cuando el Comandante Fidel Castro y sus 82 revolucionarios salieron para hacer la Revolución Cubana una madrugada del 26 de Noviembre  de 1956. Muchos años después Fidel llegó a visitar estas tierras de nuevo, recordando que en el Río Tuxpan encontró su destino en la embarcación “Granma”

            Cuando al fin llego a la Ciudad de Tuxpan, por la cual tengo mi nombre,  inicio con su colonia residencial Jardines y su magnífica Unidad Deportiva. Mucho antes de ser colonia, había una fábrica de teja acanalada, copia de la famosa teja de Marsella que llegaba como lastre en los buques que venían de Europa,  metros después en el cruce de la avenida Aquiles Serdán y la calle Demetrio Ruiz Malerva, mis aguas tocaban una fábrica de hielo y el rastro municipal, en tiempos lejanos era todo un espectáculo ver a los delfines saltar alegremente sobre de mi.

            El histórico Puente de Tenechaco, fue escenario de batallas en la época de la Revolución, cuando aún era de madera, y después en 1930  se instaló el de hierro, que ahora en el 2012 ha sido remodelado e iluminado haciéndolo un sitio emblemático de la ciudad, en esa parte recibo al Estero de Tenechaco, mi brazo consentido, por albergar populosos barrios como el de Zapote Gordo y la Rosa María. Por este puente transitan cada  año todos los visitantes que van a la Feria realizada en honor a nuestra patrona, Santa María de la Asunción, y por el estero se llega también al legendario panteón de Galeana, hace muchos años presencié la construcción de un leprosario que después se convirtió en la “Unidad Sanitaria”,  para el horror de innumerables niños porque en ese sitio eran vacunados principalmente contra la viruela obligándolos también a tomar tremendas purgas de sal de higuera “para los bichos”. En una de las riberas de mi estero, Don Wulfrano Cobos tenía una finca con ordeña, cada mañana entregaba la leche a la ciudad. Una vez una señora le reclamó -Caray, Don Wulfrano usted ya ni la amuela- ¿Por qué?  –contestó- -Porque al estar hirviendo la leche me brincó un pojol- y Don Wulfrano muy socarronamente dijo  – Caramba señora, debería estar agradecida, que por un tostón no solo toma leche sino también pescado- apoyando la tremenda bautizada que le daba a la leche con mis frescas aguas del estero.

            En Santiago de la Peña, asentado en el margen derecho frente a Tuxpan,  está la punta donde doy la vuelta para entrar de lleno al centro de la ciudad ¡Cómo extraño las risas y los chapoteos de la chiquillada que en ese sitio, se bañaban, jugaban y nadaban! La mayor proeza era  cruzarme de Santiago a Tuxpan y viceversa, tanto en este lugar o en diversos puntos de la ciudad.

            Frente a la punta estuvo muchos años La Isla de las Gallinas, era un pintoresco islote que albergaba los chivos de la familia Namorado “Los Michiguas” en 1955 la isla desapareció con la creciente, muchas personas en el pasado afirman que ahí existió una pequeña refinería de crudo sin que este dato se pueda corroborar.

            Los tuxpeños me quieren mucho, soy para ellos un relajante cuando se sientan en las bancas del Boulevard a admirar la puesta del sol, por eso Tuxpan se llama también el puerto de los bellos atardeceres y siempre les ha encantado caminar por esta margen, siendo un paseo muy preferido. He visto crecer a la ciudad desde que era un pequeño pueblo después Villa en 1830 y al final siendo nombrada ciudad en 1881. Me dolió mucho ser poblano en un momento de la historia. Segregada del Estado de Veracruz por casi 3 décadas, los tuxpeños entablaron una heroica lucha por reincorporarse a Veracruz, ya que la administración poblana nunca supo aprovecharme a mí como río o a la ciudad y su puerto, teniéndonos en el más completo abandono y víctima de impuestos injustos. Al fin la lucha fructificó y por un acuerdo del general Antonio López de Santa Anna, entonces presidente de la república volvió a ser veracruzana en 1853.

            Cuanta alegría me causaba que cruzaran mi cauce día con día mis grandes amigos los esquiferos que unían con sus botes a Tuxpan con Santiago de la Peña, el paso principal estaba en pleno centro de la ciudad  llegando  en el centro de Santiago de la Peña. Recuerdo que uno podía ahorrarse los diez centavos que costaba el pasaje remando en lugar del esquifero. Este nutrido grupo de esquiferos (eran más de cien)  mayormente de Santiago de la Peña, eran muy populares y conocidos, cada 1° de Junio, el Día de la Marina los esquifes lucían sus mejores galas participando en regatas e igualmente en el carnaval de Tuxpan, en el que para ellos era un orgullo que la Reina paseara en esquife; también se sorprendían con los intentos de la gente para dominar el palo ensebado que colocaban de manera horizontal a la altura del muelle fiscal  viendo hacia mis aguas, era un tronco bien pulido lleno de sebo o  de grasa y con un premio en la punta que era una canasta llena de regalos, todo mundo llegaba a la mitad, cuando mucho, y se caían estrepitosamente a mi regazó con las risotadas de la gente y mías que disfrutábamos de este sencillo espectáculo. Pero para la nostalgia, todo esto desapareció.

            Otra anécdota legendaria era la de aquel perro que todas las mañanas se subía a un esquife cruzándome para llegar al embarcadero y de allí irse al mercado, ya que los carniceros lo querían y lo admiraban premiándolo con trozos de carne y hueso, satisfecho regresaba a Santiago subiéndose a otro esquife para llegar a su casa. Entonces el dueño del perro iba a pagar el peaje a los esquiferos que trasportaban al simpático can.  Pero todo se perdió en los años 60 cuando desaparecieron los esquiferos por haber llegado equipos motorizados.


            Me sentía muy contento de que en mis aguas se anclaban algunos buques que trasportaban a los chicleros que iban a la otra costa (el norte  de Quintana Roo, en  la península de Yucatán y Campeche) iban a la explotación del chicle extraído de los bosques cimarrones del zapote, esto ocurrió desde principios del siglo pasado hasta mediados del mismo  cuando la contratación de los chicleros ya no se hizo por agotamiento de estos bosques.

            Tuxpan en los años 30 ya era un emporio en la explotación del plátano Roatán, existió una compañía propiedad del norteamericano Chaz Weinberger, que exportaba grandes chalanes de plátano para llevarlo a Estados Unidos, a mí me tocó  llevarlos desde las plantaciones río arriba hasta la bocana para qué ellos después continuaran su navegación por mar.

            El puerto de Tuxpan prosperó notoriamente con su navegación fluvial y marítima desde mediados del siglo  antepasado hasta mediados de un siglo pasado. No había otro medio de comunicarse, así por ejemplo, para ir a Tampico se abordaba la lancha respectiva que navegaba por el canal intercostero del Chijol, pasando por la laguna de Tampamachoco y cruzando después la laguna de Tamiahua se  llegaba a San Jerónimo, en la punta extrema de la Laguna de Tamiahua y ahí por tren de vía angosta, se  arribaba  a Tampico. Más de doce horas de viaje. Y para ir a México se tenía que abordar los barcos como  el Ruiz Cano, Vicente Antonio y el Dante, que salía del puerto con una bocana casi sin calado y sorteando el mal tiempo, ya que no había pronósticos del mismo y casi 18  o 24 horas después de subir terribles mareos se llegaba al puerto de Veracruz y por tren se viajaba a la Ciudad de México. ¡Qué aventura!

            Gracias a esta prosperidad marítima que duró 1850-1940 aproximadamente florecieron las carpinterías de ribera, tomando el nombre porque lógicamente se encontraban en mi ribera. Ellos  construían pailebotes, balandros, goletas, esquifes y  barcos camaroneros. Los astilleros estaban en Santiago de la Peña, siendo el sordo Pulido el más experto constructor de barcos. Con estos pequeños barcos incluidos el Ruiz Cano, que era de hierro, Tuxpan ingresó al circuito comercial del Golfo de México, exportando diversos productos regionales y recibiendo mercancías de los diversos puertos del sureste mexicano y del Caribe y también comerciábamos con Mobile Alabama, Galveston y Nuevo Orleans.
           
            Tengo muchas cosas que contar, lo cual haré en la siguiente entrega.

Atentamente,

Tu  Río.

           

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