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pasado más de 60 años desde 1950 –apenas
una minúscula mota en el devenir del tiempo- y aquellos recuerdos de una
infancia, indudablemente muy feliz, jamás regresarán.
Los
niños, jugaban en el recreo de sus escuelas a la salida de clases y después de terminar
sus tareas, en la calle o en los
pequeños llanos cercanos a sus barrios, con una variedad de juegos, que por
temporadas o por modas se instalaban entre toda la chiquillería.
A veces sólo bastaba un poste de
luz para disfrutar grandemente de estos sencillos modos de divertirse, o el
Parque de la Reforma para retozar, correr
y evadirse con juegos tan divertidos como Los Encantados, el Pote o La Roña.
Bastó y fue suficiente
entrevistar a la trilogía de los hermanos, Pancho y Guillo –El Malango Chávez t
y su amigo, Manuel Jiménez Cruz, para elaborar con los recuerdos de todos, el
presente artículo.
Ellos son asiduos concurrentes a una cafetería del centro de la
ciudad y con sus ocurrencias, puntadas,
dichos, bromas y anécdotas, uno disfruta
un rato muy agradable recordando
aquellos lejanos días que nunca volverán, se perdieron con la llegada de la televisión.
Los niños de ahora no juegan, se
la pasan sentados frente a la computadora, o a un video juego o simplemente
viendo televisión con películas llenas de violencia. Un gran porcentaje de sus
padres, que también vivieron de niños este avance tecnológico y fueron muy
influenciados por el mismo, no saben seleccionar los programas educativos que
existen y dejan sin orientación a sus hijos. Los resultados son desastrosos en
el comportamiento de algunos –no todos-
. La obesidad infantil, es uno de los mayores problemas que se están
incrementando, por falta de activación física, el consumo de alimentos chatarra
y refrescos embotellados muy edulcorados. Esto puede condicionar o predisponer
a sufrir de diabetes y enfermedades del metabolismo y otros muchos problemas que seguramente
comentaremos en otro artículo diferente al contexto de este.
Los
juegos de antaño se ponían de moda por temporadas y así había la del Trompo,
del Yoyo, del Balero, del Cometierra, de la Pelota Quemada, de las Pandorgas,
Picuys, Papalotes o Cubos, las Canicas, las Cebollitas, los Encantados, el
Pote, los Cortadillos, el Burro Francés,
la Rueda, la Ola y muchos más como el Burro Comemáiz, que se jugaba en
cualquier época del año.
Para jugar al Trompo se dibujaba
una rueda llamada “La Panza” y en el
centro se colocaba un tostón de los de antes (cincuenta centavos) y/o un
trompo, como prendas; con su trompo los participantes tenían que sacar las
prendas fuera de la panza y si no lo hacían en varias jugadas y su trompo
quedaba dentro del círculo perdían el propio
o tenían que pagar por él colocando otro tostón en La Panza.
Yoyo
y Balero se jugaban indistintamente en el verano y/o en el invierno y vaya que
había virtuosos para los capiruchos del balero. Eran juegos individuales,
raramente se veían competencias, aunque a veces se enfrascaban dos rivales –sobre
todo con sus baleros– a jugar las ensartadas y muchos malabarismos que se
hacían con esta fabulosa artesanía. Con el Cometierra, juego indudablemente
tuxpeño, era muy singular, se cortaba un trozo de palo de escoba o de madera
como de 15 cm, se le insertaba un clavo al centro de uno de sus extremos,
quedando como un mini picahielos y se le sacaba filo, se jugaba en época de
lluvias porque tenía que incrustarse en el lodo desde la mano o de cada dedo
dándole una voltereta y haciendo varias suertes para que siempre llegara al
suelo con la punta.
Para jugar la Pelota Quemada se hacía un cuadro semejante
al del béisbol con su home y tres bases. El que iniciaba el juego bateaba con
un palo la pelota de goma dura y trataba
de llegar a salvo a una base, el que atrapaba la pelota se lo impedía de un
pelotazo (la quemada) casi siempre por la espalda y bien fuerte.
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Obed Zamora, siendo un niño |
Las Pandorgas, Papalotes, Picuys
o Cubos fueron los objetos que surcaron
los cielos de Tuxpan en el verano o en
el comienzo de los vientos de los “Nortes”.
La felicidad de los niños era volar estos artefactos, que por regla
general, los hacían sus padres o el
abuelo y o algún familiar cercano. Se fabricaban de delgados tubitos de
carrizo, se forraban con papel de china de colores y se adornaban con
guirnaldas del mismo papel y una “cola” de trapo. Algunas tenían un “zumbido” es decir “rabeaban”
y en competencias se les insertaban recados y/o se les colocaban pedacitos de
navaja de afeitar “Guillete” para cortar malosamente otras pandorgas,
perdiéndose a la distancia. Las más famosas y respetadas eran de 12, 24 y hasta
de 36 pemoles (pequeños romboides). Los
Picuys eran romboidales sencillos y más pequeños. Los más vistosos por lo
novedoso, fueron los cubos (muy pocos
los sabían hacer) uno o dos cubos o rectángulos unidos que mágicamente se
elevaban muy alto en el cielo.
“Las canicas” se jugaban todo el
año en competencia con uno o varios participantes, había verdaderos campeones
que arrasaban con todo; recuerdo que hasta mi profesor de sexto año, Rodolfo Hernández (“La Mirringa”), jugaba con nosotros en el recreo. Era bueno y
usaba “agüitas” como “tirito” es decir canicas transparentes de colores muy
bonitos para tirar de salida a las otras canicas, y había cayucos, muy famosos
para usarlos como “tiros,” y una enorme variedad de canicas para jugarlas. Otro
que era “vago” lo fue Secundino “El Berraco” Carrasco, un personaje típico de
la ciudad, traía dos calcetines bien repletos de canicas y no había rival al
que no venciera.
“Las
Cebollitas” se jugaban con niñas, ellas se sujetaban a un poste y los niños
“arrancaban” a una por una del citado poste. Dos equipos jugaban a Los
Encantados, teniendo dos postes de base que, generalmente eran los de la luz
eléctrica. Uno tenía que correr de poste a poste y si un miembro del otro
equipo te tocaba, quedabas “encantado” es decir inmóvil, con el chance de que otro
compañero de tu mismo equipo te “desencantara” al tocarte evadiéndose
rápidamente de sus adversarios y así sucesivamente hasta que un equipo perdía
al quedar todos sus miembros “encantados”.
“El
Pote” fue sin lugar a dudas un juego divertido y muy emocionante para aquella
época. Era un modo de esconderse es decir cómo jugar a “las escondidas”. Había
una base –siempre un poste o un árbol– ahí
se colocaba un bote de lata vacío; el
tenedor del mismo, al inicio del juego, se volvía hacia una pared o atrás de un
árbol mientras toda la palomilla que jugaba se escondía rápidamente sin que él
los viera. Enseguida salía a buscar a los escondidos y al que encontraba, era
eliminado al vocear su nombre (“uno, dos, tres,
perulque) y continuaba su búsqueda no alejándose mucho del pote para que
no se lo ganara algún escondido, diera
tres latazos en el piso y gritara “salvación”
(la de todos los encontrados) y así quedar penalizado otra vez con el
Pote y su búsqueda.
“Los
cortadillos” se hacían con una corcholata bien aplanada que quedaba como un
pequeño disco al que se le sacaba filo por toda su circunferencia y después se
le hacían dos agujeritos al centro (como
de botón) por los que les pasaba un doble hilo de hilaza y así se enroscaban estos
hilos varias veces para hacerlos girar vertiginosamente al soltarlo y
encogerlo, (como acordeón o fuelle). Ya listo el juguete, el niño se enfrentaba a un contrincante para ver quien
cortaba más pronto al otro, su
cortadillo.
El resto de los juegos como el “el
burro comemáiz”, en el que un jugador se colocaba sentado con las manos en la
cara recargadas sobre sus rodillas para que los demás le pegaran en la cabeza
un manotazo suave y el tenía que adivinar quién era y éste si era descubierto
se colocaba en el lugar de la víctima. “El Francés” se jugaba con dos equipos
de 3 a 4 chicos, uno se agarraba de
poste completamente inclinado y los otros se asían de su cintura. Este era el
equipo receptor, el otro mandaba un primer jinete a toda velocidad que brincaba
y caía en los lomos y cintura de uno de los muchachos y este tenía que moverse
violentamente para tumbarlo, si lo hacía, el otro equipo perdía y se volvía a
su vez receptor. Realmente era un juego para niños mayores.
“La Ola” se jugaba sobre todo a
la hora del recreo en la escuela. El
chico más alto y grande iba en un extremo y todos los demás se agarraban de la
mano, unos 5 o 6 más y corrían velozmente; de repente el “poste” (el chico más
alto) se paraba súbitamente y todos giraban hacia delante. Si uno de los niños
salía disparado, seguro que perdía dando volteretas en el patio de la escuela
con las risotadas de los demás. Por último “La Rueda” era un juego personal muy
entretenido; uno se agenciaba una rueda de hierro (restos de una parte de una máquina
de coser, por ejemplo), la cual podía ser pequeña, mediana, o grande (el Rin de una bici también) y se fabricaba con un trozo de alambrón una
especie de gancho que sostenía la rueda y la echaba a caminar por toda la calle
sin que se cayera haciendo un ruido muy
particular.
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El circo Atayde, visitaba la ciudad. |
Y así transcurrían los
tranquilos meses de un Tuxpan que ya no volverá y las risas y alborozo de
nuestros niños ya no se escucharán más. Los juegos que todos jugamos han
desaparecido…Aunque se quedaron varios más en el tintero de la nostalgia.
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